MORANTE DE LA
PUEBLA, DUEÑO Y SEÑOR DE LAS VENTAS
La plaza de toros de Morante de la Puebla de Las Ventas de Madrid quedó rendida ante la genial actuación del diestro de La Puebla del Río que, sin embargo, no quedó rubricada con los aceros lo que poco obstó para que el genial diestro sevillano fuese premiado con una oreja de cada uno de sus oponentes lo que permitía que el cigarrero saliese por la puerta grande venteña por primera vez en su carrera como matador de toros. Una oreja cortaría Fernando Adrián al segundo juampedro del festejo, y Borja Jiménez pasó prácticamente de puntillas con un lote infumable.
La Extraordinaria Corrida de Beneficencia ponía el punto
final al ciclo continuado del San Isidro de este 2025. El cartel estaba
compuesto por Morante de la Puebla que hacía su segundo paseíllo en el ciclo
del presente año y al que se esperaba de manera expectante tras su actuación en
la pasada Corrida de la Prensa, y dos jóvenes toreros que habían triunfado en
el ruedo venteño en pasadas ediciones: Fernando Adrián y Borja Jiménez. Una
terna que se las vería ante astados de la ganadería de Juan Pedro Domecq que
lidiaba por segunda vez en el ciclo.
Este segundo encierro enviado por la divisa sevillana tuvo
una desigual presentación con algunos animales impropios de una plaza como la
de Las Ventas. No obstante, los toros jugados en segundo y cuarto lugar fueron
protestados de salida. Y, en conjunto, aunque resultó noble y enclasado, adoleció
de fuerza y casta. Solo los astados jugados en primer y segundo lugar
ofrecieron verdaderas opciones de lucimiento.
Con este material, el triunfador del festejo fue el genial
diestro sevillano Morante de la Puebla (tampoco se dudaba desde su última
actuación en este coso venteño en la pasada corrida de la Prensa). Ya desde el
inicio del paseíllo (incluso antes), se palpaba ese run-run expectante
en los tendidos madrileños ansiosos -por qué no decirlo- de sacar en volandas
por la puerta grande al diestro sevillano. Y, tras ver lo sucedido en el ruedo,
lo consiguieron, aunque de manera discutida, por el mal uso de los aceros por
parte del diestro de La Puebla. Pero, ¿qué importan las orejas -al final,
despojos- o las puertas grandes -meros acontecimientos- cuando la genialidad,
la pasión y la emoción son el argumento mayoritario en una actuación? Y esa
genialidad, pasión y emoción la puso Morante desde el mismo momento que se
abrió de capa ante el primero de la tarde. Fue este un ejemplar que salió
abanto y al que costó fijar casi hasta el mismo tercio de varas, pero que,
llegó a la muleta con nobleza y clase, condiciones que ya mostró, sobre todo,
en el capote de Curro Javier en el tercio de banderillas. Le costó a Morante
poder ligar los lances de recibo: dos enjundiosas verónicas ahora; otras dos
después; luego un delantal torerísimo, y finalmente unas garbosas chicuelinas rematadas
con una serpentina. Con el toro ya fijado tras el primer puyazo, Morante quitó por
suaves verónicas con las que acarició las nobles embestidas del juampedro. Ya
con la franela, y tras brindar a la Infanta Elena, firmó una breve faena -el
toro se apagó en seguida- repleta de torería desde los ayudados por alto, hasta
las dos series con la diestra y otra más con la zurda que precedieron a la
estocada final. Los muletazos tuvieron sabor, tuvieron emoción. Y la plaza,
entregada a Morante desde aquella primera verónica del recibo, solicitó con fuerza los
trofeos para el sevillano a pesar de que la espada había resultado caída. La
presidencia solo concedió una y dejaba entreabierta la puerta grande venteña.
Todo quedaba emplazado para el segundo toro del lote del torero cigarrero. Fue
este animal, cuarto de la tarde, un astado mal presentado que fue protestado de
salida. Además, evidenció no estar sobrado de fuerza. El ambiente estaba
enrarecido y a la contra. Incluso el mismo Morante intentó tirar al astado a la
salida del segundo puyazo. El ambiente se enrarecía aún más, sobre todo, cuando
Morante cogía los trastos para iniciar la faena de muleta. La sensación era que
Morante iba a abreviar. Sin embargo, se obró el milagro. Morante instrumentó al
de Juan Pedro unos toreros ayudados por alto que se perdían entre los olés y
las voces discordantes. Mismas voces que se sucedieron en las dos siguientes
series con la diestra en la que hubo muletazos de bella factura. Se echó,
Morante, la franela a la mano izquierda y firmó un ramillete de tres o cuatro
(no sé, me da igual) naturales monumentales, majestuosos, sublimes, de una
extrema belleza, casi de uno en uno, que acallaron esas voces disonantes y que
hicieron crujir los escaños venteños hasta el punto de casi hacer tambalear los
casi centenarios cimientos del coso. Dos series más, una con cada mano, se
sucedieron, aunque sin la rotundidad de la anterior, pero que se vivieron, por
momentos, con la misma intensidad. Llegaba la hora de la suerte suprema. La
plaza callaba expectante la realización de la misma, pero… la estocada quedó
baja, muy baja. Sin embargo, esto no fue óbice para que la intensidad y la
emoción con la que la plaza había vivido la actuación de Morante (y los deseos
de sacar al de La Puebla por la puerta grande, todo hay que decirlo)
desencadenasen una fuerte petición de oreja -con voces discordante, por su
puesto-. La petición fue atendida por la presidencia y se abría así, de par en
par, la puerta grande de la monumental madrileña para que Morante de la Puebla
saliese por ella por primera vez en su carrera como matador de toros.
También tocó pelo Fernando Adrián quien cortaría una oreja
al segundo de la tarde. Fue este un ejemplar mal presentado que fue muy
protestado de salida y que no estuvo muy sobrado de fuerzas, de hecho, el
tercio de varas fue un mero trámite, sin embargo, ofreció nobles y enclasadas
embestidas. Con él, se lució el de Torres de la Alameda en las verónicas de
recibo levantando los olés del respetable. Ya con la franela, tras brindar a la
Infanta Elena, se perdió en una desigual faena que inició de forma muy torera
con unos doblones rodilla en tierra y que vivió sus mejores momentos en los
pasajes firmados con la mano diestra. Unas bernadinas precederían a la estocada
final que quedó trasera y tendida, pero que resultó efectiva. Con el quinto,
otro ejemplar de buena condición, pero que se apagó en seguida, volvió a
lucirse con el capote, tanto en el recibo por verónicas, precedidas de unas
largas afaroladas de rodillas en el tercio, como en el galleo por chicuelinas
para poner al toro en suerte en el primer puyazo. Ya con la pañosa, tras brindar a Díaz Ayuso, inició su trasteo desde el centro del ruedo con un pase cambiado
de rodillas. Intentó seguir toreando de rodillas sobre la diestra, pero la
faena no cogía intensidad. Una intensidad que tampoco llegó a encontrar cuando
se puso en pie. Por si fuera poco, falló estrepitosamente en la estocada final
que cayó excesivamente baja y que sacó rápidamente, pero que tuvo un efecto
fulminante en el juampedro.
Cerró el cartel Borja Jiménez que no tuvo suerte con su
lote. Ambos astados tuvieron nobleza, pero ninguno tuvo ni la fuerza ni la
casta suficiente para propiciar el triunfo del sevillano. El tercero tuvo una
extrema sosería y Borja solo pudo lucir con él en las verónicas de recibo
sacándose el toro a los medios. Y el sexto se apagó en seguida y no pudo hacer
nada con él. Lo más destacado de este turno fue el tercio de varas
protagonizado por Tito Sandoval por el que sería fuertemente ovacionado al
abandonar el ruedo.
Terminó la corrida y la juventud presente en los tendidos no
dudó en echarse al ruedo para sacar en volandas a Morante de la Puebla sin
importarles que los otros dos toreros tenían que abandonar el ruedo
protocolariamente. Y al grito de “¡Jo-séan-tonio, Morante de la Puebla!” (en
otros tiempos, sería “¡torero, torero!”) se llevaron en volandas al diestro
sevillano del coso venteño que, por lo visto hoy (y en otras ocasiones) se
puede denominar como Plaza de Toros de Morante de la Puebla de Las Ventas de
Madrid.
Reseña:
Plaza de toros de Las Ventas
(Madrid).
Domingo, 8 de junio de 2025. 19:00
h. Corrida de toros extraordinaria de Beneficencia
Se lidiaron seis toros de la
ganadería de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y, en generales, nobles, aunque ayunos de fuerza y casta. Destacaron
primero y segundo que fueron ovacionados en el arrastre.
-Morante de la Puebla: oreja y
oreja con protestas.
-Fernando Adrián: oreja y
silencio.
-Borja Jiménez: silencio tras
aviso y silencio.
Plaza: Lleno de “No hay billetes”
Observaciones:
Asistieron al festejo, la Infanta
Elena, presente en una barrera del 1, y la Presidenta de la Comunidad de
Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presente en un burladero del callejón.
Al finalizar el paseíllo, sonaron
los acordes del Himno Nacional.
Tras romperse el paseíllo, Morante de la Puebla fue obligado a saludar una ovación.
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