OREJA PARA UREÑA EN EL MANO A
MANO DE LOS CONSENTIDOS
Paco
Ureña se alzó triunfador de la tradicional corrida goyesca celebrada en la
monumental plaza de toros de Las Ventas con la que la Comunidad de Madrid
festeja su día grande. Ureña, que actuó mano a mano junto al arnedano Diego
Urdiales, cortó la única oreja del festejo por su labor ante el sexto de la
tarde perteneciente a la ganadería de Victoriano del Río.
Dos
de mayo. Día de la Comunidad de Madrid. La plaza de toros de Las Ventas se
engalana para celebrar este día con su ya tradicional corrida goyesca. Y para
la ocasión, un cartel de consentidos de la afición venteña que actuarían en
mano a mano: Diego Urdiales y Paco Ureña. Consentidos, principalmente, por su
forma de sentir e interpretar el toreo. Y consentidos para los que se levanta
la vara a la hora de enjuiciarles. Una vara que para otros está mucho más baja.
Y el caso es que el festejo empezó un tanto frío pues a la afición venteña le
faltó esa sensibilidad de otras veces y se le olvidó –o no quiso– sacar a
saludar a sus consentidos una vez roto el paseíllo. Quizá fue esta la forma en
la que se les criticaba la elección de las ganaderías a lidiar en tan singular
acontecimiento: Salvador Domecq, José Vázquez y Victoriano del Río. Tres de las
ganaderías más comerciales de la actualidad.
Así
las cosas empezó este festejo en el que los tres hierros reseñados
anteriormente conformaron un desigual encierro en cuanto a su presentación y el
juego ofrecido. Un conjunto del que destacó el jugado en último lugar y que
perteneció a la ganadería de Victoriano del Río. Un buen ejemplar, pese a su
punta de mansedumbre, que fue ovacionado en el arrastre. Cayó este astado en el
lote del lorquí Paco Ureña quien inició su trasteo, sin probaturas, toreando
con la mano izquierda desde el centro del anillo. Citó Ureña y se arrancó con
alegría desde las tablas el victoriano.
Dos fueron las series de naturales
las que interpretó Ureña en las que también hubo muletazos buenos, de regusto,
de mano bajo, largos y templados que pusieron la plaza bocabajo. Dos más, con el mismo son, se sucedieron con la mano
diestra. Citaba el lorquí de frente y en largo. Las series de muletazos
tuvieron emoción. Llegado a este punto, Paco acortó las distancias y con ello
la embestida de su noble, aunque manso colaborador. Aquí se descompusieron toro
y torero y el ritmo de la faena cayó de inmediato. Cambió Ureña el estoque
simulado por el de verdad y se perfiló para ejecutar la suerte suprema. Máxima
expectación. Visto lo visto, Ureña podía tener entreabierta la puerta grande, sin
embargo, la espada cayó baja. El toro, aculado en tablas, tardó en caer, más
que por su bravura, por la deficiente colocación de la espada. Sonó un aviso
–que bien pudieron ser dos–. Ureña no se atrevía a coger el descabello por
miedo a perder el triunfo… Cayó, por fin, el toro y la plaza se tiñó de blanco
solicitando el trofeo para el lorquí.
Una
ovación con saludos sería el premio por su labor ante el cuarto, con el hierro
de José Vázquez. Fue este un astado manso de libro que se dejó en la faena de
muleta. Tardó Ureña en acoplarse con él en una faena de menos a más en la que
destacaron dos series con la mano izquierda al final del trasteo. Dos series muy
distintas: la primera de una extraordinaria ligazón y la segunda con un
ramillete de muletazos de frente y de uno en uno cruzándose al pitón contrario.
Dos series que hicieron olvidar la desastrosa lidia que se vivió en los
primeros tercios. Un desorden propiciado por la cuadrilla de Ureña, así como la
inhibición de éste en la misma, y por la dejadez de sus funciones como director
de lidia de Diego Urdiales.
Con
el inválido de Salvador Domecq que hizo segundo, solo pudo destacar Ureña con
un ramillete de verónicas y la media de remate en el saludo capotero.
Fue este toro un animal que apenas podía mantenerse en pie desde su salida de
chiqueros y que, de forma incompresible, fue mantenido en el ruedo por al
presidente del festejo D. Trinidad López –¡ay, Trinidad, Trinidad!– lo que
provocó unas airadas protestas a la muerte del astado con palmas de tango y
gritos de “fuera del palco”.
De
vacío se fue el arnedano Diego Urdiales, aunque de no haber sido por su fallo
con la espada, también hubiese tocado pelo. Presentó el arnedano sus
credenciales en un quite por chicuelinas
con el que replicó al realizado por Ureña por ajustadas gaoneras ante el toro de Salvador Domecq que abrió plaza, un
ejemplar de gran nobleza y de muy poca fuerza que llegó parado a la muleta. Por
toreros ayudados por alto inició,
Diego, su desigual trasteo muletero en el que dejó pinceladas con la mano
izquierda con muletazos de uno en uno con el astado muy parado.
El
tercero perteneció a la divisa de José Vázquez. Fue este un animal manso,
aunque de buena condición en el tercio final. No pudo estirarse con él en el
saludo capotero, aunque sí lo lidió de forma magistral. Con la pañosa, lo cuajó
el arnedano por momentos en una faena no redonda en la que hubo muletazos de
empaque y gusto con ambas manos. Muy torero fue final del trasteo y los ayudados por bajo con los que volvió a
fijar al burel después de un pinchazo.
Poco
confiado y precavido se mostró con el de Victoriano del Río que hizo quinto.
Manso ejemplar, sin pizca de fijeza, y cuya lidia fue un auténtico desastre.
Terminado
el festejo, Diego Urdiales y Paco Ureña, estos dos toreros consentidos de la
afición de Madrid abandonaron la plaza rodeados de una fuerte ovación.
Manteniendo intacta su condición de Consentidos de Madrid.
Ureña quitó por ajustadas gaoneras al de Salvador Domecq qui hizo primero. |
Y Urdiales replicó por chicuelinas. |
Por toreros ayudados por alto inició Urdiales su trateo muletero. |
Saludando la ovación. |
Ureña solo pudo lucirse con el capote ante el inválido segundo de Salvador Domecq. |
El presidente del festejo, D. Trinidad López, una vez más, volvió a erigirse en protagonista negativo del festejo por mantener en pie al inválido segundo. |
Urdiales cuajando con la diestra al tercero de José Vázquez. |
En una capea se convirtió la lidia del manso de José Vázquez que hizo cuarto. Aquí el picador de turno moviendo la cabalgadura en sentido contrario para interpretar la suerte. |
El astado llegó con nobleza a la muleta y fue cuajado por Ureña al natural. |
Saludando la ovación. |
Otra capea fue la lidia del manso quinto de Victoriano del Río. Salió suelto y fue picado, sin poner en suerte, por el picador que guardaba la puerta. |
Precavido se mostró Urdiales con el astado. |
Gran calidad en la embestida la que desarrolló el sexto de Victoriano del Río. De esta forma, lo cuajó Ureña por naturales en una faena de más a menos. |
El de Victoriano del Río fue ovacionado en el arrastre. |
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