domingo, 12 de mayo de 2019

MANUEL VIDRIÉ, TORERO A CABALLO (PRIMERA PARTE)



Este año de 2019 es un año de recuerdos para una de las grandes figuras del rejoneo español de todos los tiempos, el torrelagunense Manuel Vidrié. Pues en este año se cumplen cuarenta años de su primera salida a hombros de la monumental plaza de toros de Las Ventas, pero es que, también, se cumplen treinta años de la que sería su séptima y última salida por la puerta grande de la citada monumental. Aprovechando estas efemérides, “De celeste y plata” rinde homenaje a este Grande del Toreo a Caballo a través de una pequeña semblanza del torrelagunense. Semblanza que se hará en dos entregas coincidiendo con los aniversarios de estas dos tardes gloriosas para el de Torrelaguna. En ellas, por supuesto, también se recordarán estos dos acontecimientos a través de una pequeña selección de crónicas de la época.

Hoy, 12 de mayo de 2019, coincidiendo con el cuarenta aniversario de aquella primera salida por la puerta grande madrileña de Vidrié, publicamos la primera entrega de este pequeño homenaje a uno de los Grandes del Toreo a Caballo de todos los tiempos.

El 12 de mayo de 1979 comenzaba en la madrileña plaza de toros de Las Ventas la trigésimo tercera edición de la Feria de San Isidro. Para tal ocasión, se programó una corrida de rejones en la que, para lidiar astados de la ganadería de Luis Albarrán, se anunciaron los caballeros rejoneadores Álvaro Domecq, Manuel Vidrié, Joao Moura y Antonio Ignacio Vargas. Fue esta una fecha importante para uno de los rejoneadores clave para entender la evolución del toreo a caballo en nuestro país. Este rejoneador no es otro que el torrelagunense Manuel Vidrié quien abriría por primera vez en su carrera la puerta grande de la monumental madrileña. De esta forma, el torrelagunense se consagraba como máxima figura del rejoneo de la época.

Manuel Vidrié paseando las dos orejas de "Facilón" la tarde del 12 de mayo de 1979.
Foto: Botán, cedida por Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
Nuestro protagonista se ganó el derecho a salir por la puerta grande tras cortar las dos orejas al segundo del encierro, de nombre “Facilón”, número 11, negro de capa y de 526 kilos.

Como decíamos antes, una importante actuación que se contó de la siguiente manera en la prensa escrita:

Juan Posada, ex-matador de toros y, entonces, crítico taurino de Diario 16 diría lo siguiente en la crónica aparecida en el citado diario el 14 de mayo:

Vidrié, perfecto; Moura, asombroso. Vidrié, lección de rejoneo.

Manuel Vidrié se consagró como el mejor rejoneador español del momento. Desde que recibió a su enemigo a porta gayola, hasta que éste cayó fulminado por un certero rejón, dictó toda una lección del arte de rejonear. Perfectamente acoplado a la cabalgadura, dominada y obediente a sus deseos, toreó y dominó a su enemigo que se entregó desde el principio. La forma de colocarlo en suerte, cambiando los terrenos con suaves insinuaciones de las riendas, fue un prodigio de técnica torera que el público, frío en un principio, comprendió y valoró.

Lo mejor de su labor fueron tres pares de banderillas con cites muy cortos y ganando la cara con la gracia y prestancia de un gran banderillero. Pares que quizá sean los más perfectos que se han visto colocar en la plaza de Madrid en muchos años. Solo por ellos mereció el premio de las orejas. Su toreo, serio y hondo, a la española, impuso en la plaza la razón de ser del arte de torear.

Momento de la actuación de Vidrié en esta señalada fecha.
Foto: Botán, cedida por Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
Por su parte, Ernesto Acebal, en el diario Marca, escribiría en la crónica aparecida el día 13 de mayo:

Vidrié, dos orejas; una Domecq, y otra, Moura, y ovacionado, Vargas.

Y Vidrié. Es el primer triunfo de la feria y corta las primeras –las dos– orejas de San Isidro, tras una apoteósica actuación a caballo y que ha entusiasmado al público. Vidrié ha sido perfecto encima de sus caballos y con verdadera emoción y arte ha clavado en lo alto con un derroche de poderío y clase. La plaza madrileña, como hemos dicho, ha llegado a la apoteosis con su actuación, cargada de actuaciones brillantísimas y únicas y entre incesantes ovaciones. Era el clamor del éxito que culmina con el rejón de muerte, con lo que, rematada su gran obra, corta las dos orejas entre el delirio de la gente y da la vuelta en triunfo (…). Lo de Vidrié no se olvidará. ¡Qué éxito!

Momento de la actuación de Vidrié en esta señalada fecha.
Foto: Botán, cedida por Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
Y así lo contó José Luis Súarez-Guanes en ABC en la crónica también aparecida al día siguiente de tan importante acontecimiento para el torrelagunense:

El “Niño” Moura ya es un hombre. Manuel Vidrié confirmó su categoría.

(…) He visto la madurez de Vidrié (…). Sale el segundo –“Facilón”–. Vidrié lo corre con medida, con esa su pausa milimétrica. Tiene que buscar a su rival. Hay alguna pasada en falso. El ritmo geométrico gusta, pero no entusiasma. Con las banderillas es otra cosa –con los rejoncillos había estado mejor como torero que como ejecutor– y cala por entero en las masas. Un primer par muy bueno. Un segundo de la misma calidad. Un tercero que levanta al público. Todo medido, con ese compás y tiralíneas del que hablé alguna vez. Con las cortas, en cambio, busca y encuentra sendas más espectaculares. Mata desde “Moscoso”, con derrame al primer encuentro. Dos orejas unánimes. Vidrié confirmó su categoría, pero fueron sus tres pares de banderillas los que le dieron el doble trofeo.

Momento de la actuación de Vidrié en esta señalada fecha.
Foto: Botán, cedida por Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
Este es el relato que se haría en la prensa escrita de esta actuación del torrelagunense que significaría su consagración como máxima figura del rejoneo. Una consagración meritoria puesto que se produce a base de esfuerzo, sacrificio, constancia, desde la humildad y partiendo de cero.

Manuel Vidrié Gómez nace en Torrelaguna (Madrid), el 8 de octubre de 1942. Hijo de Águeda, hija de un trabajador del Canal de Isabel II, y de Manuel, quien trabajó en el Depósito de Sementales de Alcalá de Henares y en la Escuela de Equitación de Caballería, pronto se adicionará al mundo del caballo. La profesión de su padre, unida a la de su abuelo paterno quien, además de ser cochero del Duque de Alba, también trabajó en el Depósito de Sementales de Alcalá de Henares, ayudará, sin duda, al nacimiento de esta afición. Pero sería la contemplación de la actuación de Alfonso Torres con el caballo “Martinete” en una exhibición de caballos de raza a cargo de Álvaro Domecq celebrada en la Casa de Campo, a la que acudió de la mano de su padre cuando era niño, la que le haría descubrir y aficionarse al mundo del rejoneo.

Como nota curiosa, apuntar que, con solo cinco años, Vidrié daría sus primeros pasos a lomos de un caballo en una plaza de toros. Fue en Torrelaguna para hacer el despeje de plaza y la preceptiva petición de la llave de toriles.

Vidrié con cinco años haciendo el despeje de plaza en Torrelaguna.
Fotografía aparecida en el número 2 de la revista "Fiesta" de mayo de 1983.
Su desmedida afición por los caballos y sus deseos de llegar a ser rejoneador, le harían abandonar los estudios una vez terminado cuarto de Bachillerato. En seguida se puso a trabajar con el fin de ganar dinero y poder cumplir su sueño. Enfocó su vida en los caballos y, como no había otra cosa, se enroló como especialista en el mundo del cine donde llegaría a formar parte de un grupo de profesionales que integraban, entre otros, actores de la talla de Sancho Gracia o Álvaro de Luna. Los pasos desde un caballo a un tren en marcha; la “caída rusa”, consistente en, montado en un caballo al galope, acusar el impacto de una bala dejando el cuerpo caer para atrás con las piernas volando hacia arriba; participar en combates medievales, tirarse desde cualquier altura o simular combates de boxeo eran algunos de los trabajos desarrollados durante esta época. Intervino en películas como “El Cid”, “La Reina de Saba”, “El Bueno, El Feo y El Malo”, “La rebelión de los esclavos” o “Y llegó el día de la venganza” en las que dobló a grandes estrellas del celuloide como Charlton Heston o Anthony Quinn con quien, por cierto, entablaría una entrañable amistad.

Imágenes de la etapa de Vidrié como especialista de cine.
Fotografías aparecidas en el número 2 de la revista "Fiesta" de mayo de 1983.
No es esta una época que recuerde con agrado nuestro protagonista –a la postre, sería la causa de todos sus problemas de salud–, sin embargo, era el único medio para conseguir dinero y poder llegar a realizar su sueño de ser rejoneador, profesión en la que daría sus primeros pasos allá por 1960. Desde entonces, compaginaría sus apariciones en la pantalla grande con sus intervenciones en los cosos taurinos entre las que podemos encontrar, incluso, actuaciones en la parte seria del espectáculo cómico “El Chino Torero”.

Instantáneas de los primeros pasos en la profesión del de Torrelaguna.
Fotos cedidas por Antonio Suárez Pérez y José Cid López.
Fue una etapa muy dura, llena de sinsabores. Hasta que, a principios de la década de los setenta, se cruzó en su camino Álvaro Domecq a quien conoció a través de Manuel Prado, presidente del Club Hípico de Somosaguas que era muy frecuentado por Vidrié. Prado, al ver la desmedida afición de Vidrié, decidió presentarle al jinete jerezano para ver si le podía ayudar en su intento de hacerse un hueco en el mundo del rejoneo. Domecq accedió e invitó a Vidrié a pasar quince día en “Los Alburejos”. Y, lo que iban a ser quince días, se convirtieron en diez años. Fue aquí donde, de la mano de don Álvaro Domecq y Díez y de Álvaro Domecq Romero, Vidrié conoció el campo bravo. Fue aquí donde adquirió el sentido de las distancias; donde aprendió la técnica para ajustarse con los toros; donde aprendió que los caballos, cuanto más domados y sometidos, más ayudan a dominar a los toros; donde se dio cuenta de que con el caballo se podía templar igual que con una muleta; donde comprendió que el temple es lo más importante del toreo a pie y a caballo; donde descubrió la profundidad… En definitiva, fue aquí donde, de la mano de don Álvaro Domecq y Díez y de Álvaro Domecq Romero, Vidrié descubrió el toreo. Y fue aquí donde comenzó su ascensión en la profesión.

Manuel Vidrié haciendo el paseíllo en Torrelaguna en un festival celebrado
a finales de la década de los sesenta en el que intervino, entre otros, Antonio Chenel "Antoñete".
Foto: José Cid López.
Apuntar, como anécdota, que Vidrié durante su estancia en “Los Alburejos” también participó en aquellos primeros pasos de la hoy Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre creada por Álvaro Domecq Romero a mediados de los años setenta a imagen y semejanza de la Escuela de Equitación de Viena.

Como decíamos, su estancia en la casa de los Domecq fue el despegue de una carrera triunfal a la que pondría fin al terminar la temporada de 1991, aunque su última aparición oficial en los ruedos fuese la tarde del 10 de septiembre de 1994 en la tradicional Corrida Goyesca de Ronda en la que se acarteló junto a los diestros José Miguel Arroyo “Joselito”, Juan Serrano “Finito de Córdoba” y Vicente Barrera. En esta fecha, Vidrié daría una vuelta al ruedo tras lidiar un ejemplar de la vacada de “Torrealta”.

Cartel de la última actuación oficial en público de Vidrié.
Las secuelas de las lesionas producidas en su época de especialista de cine, agravadas por algunos percances en sus actuaciones como rejoneador, como aquel del 5 de mayo de 1980 en Barcelona o el del 12 de septiembre de 1984 en Salamanca o el sufrido en la localidad francesa de Avignon a principios del año 1986 que a punto estuvo de dejarle inválido y que le obligó a pasar por el quirófano a finales de ese mismo año, fueron los motivos que obligaron al caballero torrelagunense a poner el punto y final a su andadura en los ruedos.

Espeluznantes imágenes que muestran el percance sufrido por Vidrié en Salamanca
la tarde del 12 de septiembre de 1984.
Fotos de Arjona aparecidas en el número 364 de la revista "Aplausos"
de fecha de 17 de septiembre de 1984 que ilustraban la crónica firmada por Filiberto Mira.
Fue, sin duda, una laureada carrera en la que cosecharía triunfos a lo largo y ancho de todo el orbe taurino. Algunas de las plazas de toros que fueron testigos de sus proezas fueron las de Mejanes (Francia) donde en los años 1977, 1984, 1985 y 1987 obtendría el prestigioso galardón del Rejón de Oro que concede el Club Taurino Paul Ricard.

La de Jerez de la Frontera donde sería proclamado triunfador de su tradicional Feria del Caballo en las ediciones de 1975, 1978, 1982 y 1987.

Cartel anunciador de la Feria del Caballo de Jerez de 1987 en el que aparece anunciado Vidrié.
Nuestro protagonista sería proclamado, nuevamente, rejoneador triunfador de esta feria.
O la Real Maestranza de Caballería de Sevilla donde haría su presentación en la Feria de Abril de 1973, concretamente la tarde del 27 de abril, fecha en la que, sustituyendo al “cavaleiro” lusitano José Samuel Lupi, obtuvo un importante triunfo al dar una vuelta al ruedo en solitario y cortar las dos orejas formando collera con Álvaro Domecq. Completaron el cartel los hermanos Peralta y se corrieron toros de la ganadería de Carlos Urquijo. Este triunfo le serviría para repetir actuación en el serial abrileño del año siguiente, serial del que, a la postre, sería galardonado con el trofeo al Rejoneador Triunfador. Galardón que volvería a recoger tras finalizar los ciclos de 1978 y 1982.

Reseñar la singularidad del trofeo obtenido en 1974 ya que Vidrié no se contrató para actuar en la corrida de la especialidad, sino que lo hizo para abrir cartel en una corrida a pie. Fue el 28 de abril. El madrileño cortó una oreja a un toro de Bohórquez en una tarde en la que participó junto a los matadores de toros “Limeño”, Rafael Torres y Antonio José Galán quienes se las vieron ante cinco astados de la mítica vacada de “Miura” y uno de “Torrestrella” que remendó la corrida.

En el albero sevillano también obtendría una notable actuación la tarde del 29 de mayo de 1975, durante el tradicional festejo de la festividad del Corpus Christi en la que, acartelado junto a Álvaro Domecq y al lusitano José Mestre Batista, dio una vuelta al ruedo y cortó dos orejas, estas formando collera con el jinete jerezano ante un encierro del Marqués de Domecq.

Par a dos manos de Vidrié en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
Foto de Moratalla Barba cedida por la Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
En este apartado no podemos obviar el hecho insólito que protagonizó el 23 de agosto de 1984 en la plaza de toros de Bilbao, día en que, junto al desaparecido José Cubero “Yiyo”, actuó en sustitución de uno de los matadores de toros más destacados de la época, el sanluqueño Paco Ojeda. Como queda señalado, algo insólito que un rejoneador fuese llamado para sustituir a uno de los toreros de a pie más importantes del momento. Vidrié, que hizo el paseíllo junto a los matadores de toros José Antonio Campuzano, el ya citado “Yiyo” y Curro Durán, se alzaría como triunfador de la tarde tras cortar la única oreja del festejo a un toro de la ganadería de Manolo González. Este éxito lo volvería a repetir el madrileño, e incluso superar, un año más tarde, pues el 25 de agosto de 1985, se volvió a erigir triunfador del festejo tras serle concedidas las dos orejas del toro de Baltasar Ibán que lidió. En esta ocasión, sus compañeros de cartel fueron los matadores de toros Ruiz Miguel, Roberto Domínguez y Pepe Luis Vargas quien resultaría cogido en el último toro de la tarde perteneciente, como el resto de los de lidia a pie, a la ganadería de Pablo Romero.

Pero si en esta laureada carrera destacan sobremanera algunos triunfos, estos son los cosechados en la madrileña plaza de toros de Las Ventas, plaza en la que haría su presentación el 22 de octubre de 1961 junto a los también rejoneadores Mariano Cristóbal, Antonio Moreda, José María López Ferrera, Agustín García Mier y Francisco Mancebo. Vidrié que actuó en quinto lugar ante un burel de la ganadería de “El Pizarral”, daría una vuelta al ruedo. Desde entonces, hasta aquel 20 de septiembre de 1992, día en que hizo su último paseíllo en el ruedo venteño en la corrida homenaje a Ángel Peralta, Vidrié ha actuado en el coso capitalino en cuarenta ocasiones, de las cuales veintiséis han sido durante la Feria de San Isidro. Ha cortado treinta y tres orejas, diez de ellas en collera. De estas, veinticinco, de ellas diez formando collera, han sido durante el ciclo isidril. Y ha salido siete veces por la puerta grande, todas ellas durante la Feria de San Isidro. La primera de ellas, de la que, como ya dijimos anteriormente, hoy se cumplen cuarenta años, ya la recordamos anteriormente.

Imagen de Vidrié en una de sus primeras actuaciones en el madrileño ruedo de Las Ventas.
Foto cedida por Antonio Suárez Pérez.
La segunda vez que Vidrié salió en hombros de la monumental madrileña se produjo el 17 de mayo de 1980. Vidrié actuó junto a Fermín Bohórquez, Álvaro Domecq y Joao Moura. Se corrieron toros de Fermín Bohórquez. Y el torrelagunense cortó las dos orejas a “Triunfador”, negro, bragado, meano, de 540 kilos que fue lidiado en tercer lugar.

Tras dos años de ausencia en el abono madrileño debido a la denominada “Guerra de las Espuelas”, nuestro protagonista volverá a verse anunciado en el ciclo isidril la tarde del 28 de mayo de 1983. Vidrié compartiría cartel con Álvaro Domecq, Joao Moura y Javier Buendía para lidiar astados de Antonio Ordóñez. Y en este fecha, nueva puerta grande del de Torrelaguna. La tercera de su carrera. Una puerta grande que se produciría tras cortar una oreja a cada uno de sus oponentes. Vidrié cortó la primera oreja al toro que lidió en solitario, “Mantelito”, negro entrepelado, marcado con el número 25, de 547 kilos que fue corrido en segundo lugar. La otra oreja la cortaría del quinto, toro que lidió en collera con Álvaro Domecq. Este toro respondía al nombre de “Lacero”, de pelo negro, herrado con el número 4 y de 530 kilos.

Al año siguiente, concretamente, la tarde del 26 de mayo, tuvo lugar la cuarta. En esta fecha, nuestro protagonista se ajusta con Álvaro Domecq, Joao Moura y Javier Buendía para lidiar toros de la divisa de Antonio Ordóñez. Fue una tarde redonda para el torrelagunense, quizá sea su tarde más importante en el coso capitalino, pues Vidrié corta cuatro orejas. En lidia ordinaria, cortó las dos del segundo del encierro, “Dividiano” de nombre, herrado con el número 20, negro, bragado, meano y de 523 kilos. Y las dos, ahora en collera con Javier Buendía, del sexto, “Bocinazo” de nombre, herrado con el número 1, de pelo cárdeno, de 531 kilos y que pertenecía a la ganadería de Carmen Ordóñez. Por esta actuación, Vidrié se llevó todos los trofeos destinados a premiar la labor de los caballeros durante el serial isidril como el Trofeo Antonio Cañero de la Casa de Córdoba, pero es que su hombre estuvo presente en todos los jurados como posible máximo triunfador de la feria. Tal es así que la Peña Taurina “El 7” le premió ex aequo con el matador de toros Curro Durán y el ganadero Fermín Bohórquez con el galardón al triunfador de San Isidro. De esta manera, Vidrié se convirtió en el primer rejoneador al que se concede tal distinción.

Salida a hombros de Vidrié la tarde del 26 de mayo de 1984, tarde en la que
el de Torrelaguna cortó cuatro orejas a astados de Antonio Ordóñez y Carmen  Ordóñez.
Foto: Botán, cedida por Peña Taurina "Manuel Vidrié" de Torrelaguna.
Pasamos a la feria de 1985, feria en la que se celebran dos festejos de rejones y, en ambos, se encuentra anunciado nuestro protagonista. Algo que, por cierto, ya ocurrió en la temporada de 1980. Desde esta de 1985 y hasta la temporada de 1990, en todas las ferias de San Isidro, Vidrié verá anunciado su nombre en las dos corridas de rejones programadas en cada uno de los ciclos. Marcando de esta manera su categoría de máxima de figura del momento. Y en esta de 1985, se produciría la quinta puerta grande. Hecho que tuvo lugar en la primera de sus actuaciones en el ciclo. Fue el 25 de mayo. En ella, nuevamente, compartiría cartel con Álvaro Domecq, Joao Moura y Javier Buendía para despachar un encierro perteneciente a la ganadería de María Olea Villanueva. Vidrié corta una oreja en solitario al segundo de la tarde, “Zancajero”, número 29, negro, meano y de 497 kilos. Y dos, formando collera con Javier Buendía, del sexto, marcado con el número 6, burraco de pelo, de 536 kilos y que respondía al nombre de “Andino”.

La sexta puerta grande tendría lugar en la isidrada de 1987, concretamente, la tarde de 30 de mayo. Una tarde que tiene un significado especial puesto que se produjo una vez solventados unos serios problemas de salud que acarreó durante la temporada anterior. Esta tarde, Vidrié se enfrentó a cornúpetas de Luis Albarrán junto a Curro Bedoya, Joao Moura y Javier Buendía. Obtiene un trofeo del primero de la tarde, “Oliventito”, número 68, negro de pelo y de 556 kilos. Y una más, formando collera nuevamente con Buendía, cortaría de “Carasucia”, un remiendo de Aguirre Fernández Cobaleda, de 568 kilos, negro de pelo y que, marcado a fuego con el número 14, saltó al ruedo en quinto lugar.

Y la séptima y última se produciría la tarde del 3 de junio de 1989, tarde que recordaremos en la segunda parte de esta semblanza de nuestro protagonista y que publicaremos el próximo 3 de junio coincidiendo con el treinta aniversario de la efeméride.

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